La Sierra de San Vicente es un lugar con una dilata historia.
Prehistoria y Antigüedad
Ya desde muy antiguo, la ocupación prehistórica de la comarca está testimoniada por el hallazgo de diferente útiles líticos pertenecientes al Paleolítico Inferior. Los primeros asentamientos de la comarca se ubicaron en torno a los cursos de agua. Entre ellos destaca el encontrado en el entorno del arroyo Guadamora. Más tarde, los pobladores se desplazaron a puntos más altos. Así ocurrió en la llamada Cabeza del Oso en la localidad de El Real de San Vicente, Navalasierra en la población de Navamorcuende o el Cerro de las Torinas en La Iglesuela del Tiétar.
Del período Calcolítico y de la Edad del Bronce dos son los asentamientos más conocidos: Cabeza del Oso (El Real de San Vicente) y Cerro Calamocho (Castillo de Bayuela). Este es el momento en el que comienza a aparecer testimonios del fenómeno cultural llamado megalistismo. Esta cultura megalítica nos ha legado grabados al aire libre y las denominadas como ‘estelas’. Estos megalitos han aparecido en localidades como Almendral de la Cañada, La Iglesuela del Tiétar, Navamorcuende, San Román de los Montes o Castillo de Bayuela.
Pero sin duda, si por algo es conocida la Sierra de San Vicente, es por la presencia de la llamada cultura Vetona. Establecidos en lugares de altura a modo de castros amurallados, la vida de los vetones se basaba en el pastoreo y la ganadería. Muestra de su presencia en estas tierras son los característico ‘verracos’, figuras zoomorfas (toros, cerdos, jabalíes) realizados en piedra, que han sido encontrados en el paraje llamado la Magdalena de la localidad de Castillo de Bayuela.
La llegada de los romanos al territorio dejó una singular huella en el territorio de la Sierra de San Vicente debido a un episodio bien conocido en la historia de España. La resistencia del singular caudillo vetón llamado ‘Viriato’ tuvo estas tierras como escenario. Según cuentan las fuentes históricas y la tradición, Viriato utilizó esta sierra como punto desde donde hostigar a los romanos y también como refugio.
Los restos arqueológicos de esta época encontrados en la comarca son abundantes: la torre de la antigua iglesia de San Salvador en Almendral de la Cañada en su origen; el molino Carpintero de Buenaventura también está indicado como de época romana; un posible tramo de una posible calzada romana o de época altomedieval en la localidad de Navamorcuende; en La Iglesuela del Tiétar hay dos puentes romanos; en el pueblo de Castillo de Bayuela se han localizado varias villas romanas y los restos de una presa en la ‘Dehesa del Moro’; junto a restos de monedas, tegulas, sillares, basas de columnas…
La Edad Media
También está atestiguada la presencia visigoda en la Sierra de San Vicente. En la localidad de Castillo de Bayuela, se cree que se estableció una población visigoda sobre una villa llamada ‘Vega del Debate’, con una necrópolis cercana. En el mismo municipio, en la ‘Dehesa de Balsamaña’, también existen tumbas de morfología visigoda. Y además, también hay algunas muestras visigóticas en la cueva de los Santos Mártires en el Cerro de San Vicente.
Los pueblos musulmanes está presentes en los topónimos de muchas localidades: Cardiel, Navamorcuende, Marrupe o Guadyerbas… En época de Abd-Al-Rahman III se construyó una red defensiva compuesta por atalayas defensivas. Estas comunicaban la Sierra de San Vicente en torno a la frontera central que suponía el curso natural del río Tajo. En el Cerro de San Vicente se edificó una de estas fortificaciones, en conexión con otras situadas en las localidades de Sartajada, Castillo de Bayuela, Cervera, Sotillo de las Palomas, o Segurilla.
La llegada de los reinos cristianos estuvo marcada por el proceso de repoblación. A finales del siglo XI, en época de Alfonso VI, comienza la toma del territorio de cara a la conquista de la vecina Talavera. La llegada de pobladores conllevó el levantamiento de pequeñas aldeas por todo el territorio serrano. Así, aparecen necrópolis asociadas a repoblación en Almendral de la Cañada y Pelahustán, así como en La Iglesuela del Tiétar y Marrupe.
Entre los siglos XIII y XIV se consolida la población de la comarca de la Sierra de San Vicente por medio de dicha repoblación. Estas gentes procedían de la provincia de Ávila, Burgos y Navarra. Destaca que en el año 1276 se concede el señorío a la localidad de Navamorcuende al noble abulense Blasco Ximeno. Posteriormente aparecerían nuevos señoríos jurisdiccionales a nombre de familias como los Dávila, los Mendoza, los Cueva y los Luna y Pacheco. Esto ha quedado quedando reflejado en las banderas, blasones y otro iconos locales actuales. Posteriormente, la concesión de cartas de villazgo conlleva que los municipios quedaran libres de la autoridad impuesta desde la ciudad de Ávila. Esto conllevó que apareciera un elemento muy singular y característico de esta tierras: los rollos jurisdiccionales.
Edad Moderna y Contemporánea
Durante el siglo XVIII se da un período de fortalecimiento de la agricultura en la Sierra de San Vicente, quedando bien marcado su carácter rural y ligado a la ganadería. La base de su economía comienza a tener como protagonista la industria de los molinos harineros y de aceite, lagares o estrujones. El establecimiento de la Real Fábrica de Sedas en la vecina localidad de Talavera de la Reina conllevó que muchos de los pueblos de la Sierra de San Vicente se dedicaran al cultivo de la momera y a la producción de seda, destacando la casa que esta factoría tenía en Cervera de los Montes.
Llegado el siglo XIX y el Estado Liberal, la zona sufre un retroceso que queda atestiguado en el abandono de ciertas prácticas industriales y el abandono de caseríos y villas. La zona queda incluida dentro del partido judicial de Talavera de la Reina, a excepción de Pelahustán y Garciotum.
Durante el siglo XX y las transformaciones de su tiempo, conllevará un fuerte éxodo rural desde finales de la década de los 50, quedando su poblaciones reducidas a la actividad agraria y forestal, del mismo modo que ocurrió con otras zonas de interior. Con la llegada de la Democracia, la Sierra de San Vicente se ha convertido en un destino turístico de interior o rural, orientado también a las prácticas deportivas, el ecoturismo, el agroturismo, y prestando descanso a todos aquellos visitantes que quieran pasar unos días entre nosotros para disfrute de su gran patrimonio cultural, etnográfico, natural, histórico y artístico acumulado durante siglos.